domingo, 24 de abril de 2011

Rembrandt, La lección de anatomía del profesor Tulp, 1632



El cuadro que contemplamos constituyó una obra de especial importancia para su autor porque resultó un éxito rotundo, lo que le consagró como el pintor más importante del momento. Se trata de un encargo hecho al artista por el gremio de cirujanos de la ciudad de Amsterdam para homenajear al primer anatomista de la ciudad Nicolaes Tulp, tomando como temática la de una famosa lección que impartiera este cirujano sobre el cadáver de un ajusticiado.

Se trata en primer lugar de un retrato de grupo o retrato colectivo, muy frecuente en los Países Bajos, y de los que Rembrandt realizó varios. En este caso dispone a los retratados, ninguno de los cuales era cirujano, en una estructura piramidal, pero agrupados estrechamente en torno al maestro cirujano, consiguiendo de esta forma un gran efecto de unidad entre todos ellos.

Por lo demás la obra de Rembrandt destaca por una serie de características, algunas de las cuales coinciden con las mismas que hemos visto en Caravaggio, no sólo porque se trata de una pintura del mismo estilo barroco, sino porque la influencia de Caravaggio alcanzó a todos los grandes pintores de este periodo.

Un primer aspecto a destacar es la nitidez y la claridad, el realismo en suma, que consigue Rembrandt en la reproducción de todos los detalles, incluso de los más pequeños. En este sentido es de destacar, por su morbosidad, la precisión en la imagen de la mano diseccionada en la que se centra la lección del doctor.

En segundo lugar, también aquí la luz es protagonista. Y de nuevo una luz tenebrista, que crea contrastes violentos de luz y sombra. En este caso, parece que los rostros de los protagonistas se iluminen en medio de la penumbra del fondo y del negro de sus propias vestimentas, lo que acentúa sin duda la expresividad de todos los rostros.

Este es otro de los elementos en los que Rembrandt mejor muestra su magisterio: la expresividad que inculcaba a sus rostros. En esta ocasión podemos observar cómo cada uno de ellos no sólo respeta la fisonomía peculiar de cada uno, sino que además cada cual mantiene una expresión y una posición distintas. Todos mostrando su curiosidad y una actitud reflexiva y atenta, transmitiendo en conjunto una atmósfera de serenidad, calma y orden.

No falta tampoco en esta obra una línea diagonal que fija nuestra atención en la escena, como hemos visto también en otras obras de esta misma Sala. En esta ocasión dirigida desde las miradas de los tres espectadores que atienden los manejos del doctor Tulp hasta las tijeras que manipulan sus manos, que como dos luminarias parecen flotar en medio de la oscuridad que las envuelve, lo que determina que nuestra mirada se fije en este punto del cuadro irremediablemente. Su contraste con la luminosidad del cadáver acentúan aún más su expresividad.

El cuadro, magnífico, es para muchos un símbolo de la medicina como ciencia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

:O Este era el cuadro al cual hacía referencia el otro día en class, ¡se algo de Arte! :D:D:D:D:D:D


ELVIRA.