jueves, 27 de enero de 2011

Puerta de las Platerías, Santiago de Compostela

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En el brazo sur del crucero de la Catedral de Santiago de Compostela se abre la Puerta de Platerías, que da nombre en realidad a la decoración de toda la fachada. Esta portada abre a la plaza del mismo nombre donde en la Edad Media los orfebres montaban sus establecimientos dedicados precisamente al trabajo de joyería sobre todo de plata.

La portada debe datarse dentro del programa constructivo impulsado por el Obispo Gelmírez, el que impulsa la segunda fase en la construcción de la Catedral, por lo que habría que datarla en los primeros años de S. XII.

En cuanto a su autor se habla del Maestro de Platerias, para algunos en realidad el Maestro Esteban, cuya mano se rastrea también en obras de Pamplona, Leyre, Sos del Rey Católico, S. Isidoro de León, Toulouse, etc.

En el caso concreto de la Puerta de Platerías asistimos a una composición especialmente abigarrada con una tendencia evidente al "Horror vacuii", donde no sólo se acumulan figuras en sus tímpanos, jambas y friso superior, sino que las enmarcan todo tipo de elementos arquitectónicos, arcos lobulados, "mochetas" (elemento ornamental en forma de daga de perfil normalmente redondeado), columnas sogueadas, etc. Aunque esta acumulación de piezas ornamentales, que llegan a adquirir una cierta apariencia caótica, es también producto de las vicisitudes por las que ha pasado la Puerta a lo largo del tiempo, de tal forma que su aspecto actual dista mucho del original, entremezclándose esculturas procedentes de otras puertas junto a las originales. Así, hay que tener en cuenta que buena parte de la Portada original de Platerías se quemó en 1117, lo que obligó a rehacerla cambiándose muchas piezas de lugar, además se añadieron a las originales de Platerías otras esculturas provinientes de la portada norte del crucero (Azabachería) y de la occidental de la Catedral, aquélla reformada en el S. XVIII durante las obras de remodelación barroca que afectaron a toda la catedral, y la occidental, que probablemente nunca se llegara a realizar y cuyas piezas sueltas se reubicaron en Platerías.

Por todo ello es difícil realizar un seguimiento adecuado de la iconografía de toda la portada pues se entremezclan temas y motivos diversos que en conjunto carecen de unidad. Aunque en general puede rastrearse en todo el programa una temática de ciclo cristológico (nacimiento/muerte/resurrección) y con una función de catequesis o ejemplarizante. De ahí el carácter moralizante de algunas de las piezas.

La portada está centrada por un crismón trinitario sostenido, según el Calixtino, por "dos feroces leones". Alrededor del Crismón se articulan dos arcos geminados de tres arquivoltas lisas, sostenidas por once columnas. Éstas alternan la decoración vegetal con representaciones de ángeles, profetas y apóstoles. En sus capiteles también se representan algunas escenas historiadas, destacando la Expulsión del Paraíso, con Adán y Eva tapándose su sexo y Dios entre ellos.

El tímpano de la izquierda muestra la tentación de Cristo y su triunfo sobre el pecado. En él y con un claro sentido moralizante se encuentra una de las piezas más famosas de todo Platerías, la de la mujer que sostiene una calavera. Al respecto dice el Calixtino: "Junto a la tentación del Señor está una mujer sosteniendo la cabeza putrefacta de su amante, cortada por su propio marido, quien le obliga dos veces al día a besarla. ¡Oh cuán grande y admirable castigo de la mujer adúltera para contarlo a todos!"

En el tímpano de la derecha se describe la pasión de Cristo.

En cuanto al friso superior situado sobre las arquivoltas y el Crismón, mezcla figuras de distinta procedencia, destacando del conjunto la figura de un Cristo, ya del S. XIII, rodeado por los apóstoles.

En las jambas de ambas puertas también se sitúan magníficas tallas, sobresaliendo sobre todas las del rey David músico, la creación de Adán, Cristo en Majestad, la mujer de los leoncitos, etc. El friso se remata por canecillos y metopas, que lo separan de una parte superior que abre otros dos arcos, en este caso lobulados y con arquivoltas decoradas con ostentosos motivos vegetales, culminando el conjunto con una balaustrada con pináculos, construída en siglos posteriores.

La obra de Platerías destaca, aparte de por su riqueza iconográfica, por las tallas magníficas del maestro de Platerías, caracterizadas por su fuerte expresionismo de ojos grandes y abiertos en los que a veces para mayor efectismo se les excavaba el iris que se rellenaba con pasta.

Es igualmente magnífico el trabajo de las cabelleras; de los pliegues de las túnicas, con caídas onduladas que crean efectos rítmicos de luces y sombras; el tratamiento volumétrico, sólido y casi exento; la fuerza y el vigor de las formas, e incluso en ocasiones un naturalismo que permite completar su innato simbolismo con una cierta carga de emotividad y humanismo.

Por lo demás la obra en su conjunto responde a las características que definen la escultura románica de su periodo pleno, su adaptación al marco arquitectónico, su esquematización anatómica, y su grafía clara y concisa, en este caso de talla exquisita.



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