domingo, 17 de octubre de 2010

Friso de las Ocas de Meidum, 2500 aC aproximadamente

 

En la mastaba de Nefermaat y Afer, de la IV dinastía (2613-2498 a. C.) en Meidum, se encontró este friso pintado sobre estuco (fresco) de 27 cm de alto y 172 cm de largo.

La enorme mastaba de Nefermaat y de su esposa Atet fue localizada en la zona arqueológica de Meidum por A. Mariette en 1871, siendo posteriormente estudiada con mayor profundidad por el arqueólogo W. F. Petrie. Con el tiempo los elementos iconográficos que quedaban in situ fueron arrancados y trasladados al Museo Egipcio de El Cairo y a otros museos del mundo

Como hijo del faraón Snefru, visir y persona de grandes recursos, Nefermaat debió tener a su disposición los artistas más destacados de la época. Se trataba, además, de unos artistas que no dudaron en recurrir a lo experimental y más novedoso para ornamentar la tumba del príncipe. Así, es característica de la mastaba de Nefermaat en Meidum una técnica que no gozó de continuidad en la ornamentación parietal y que consiste en rellenar con masas de pigmento el interior del soporte pétreo trabajado a modo de celdilla. Por su parte, la esposa de Nefermaat también disfrutó del trabajo de creadores de una gran maestría y capaces de desplegar una notable creatividad. Pinturas como las Ocas de Meidum lo corroboran con creces.
Las ocas de la capilla de Atet fueron realizadas siguiendo la técnica pictórica egipcia más convencional. El fondo tiene un tono azulado y la disposición de la aves se despliega entre líneas oscuras que delimitan los registros. En este espacio los grandes protagonistas son seis ocas, organizadas en dos grupos y en una disposición de carácter simétrico.
Las aves de los extremos dirigen el cuello hacia el suelo y con el pico ligeramente abierto parecen buscar algo que picar. Las otras aves se muestran perfectamente erguidas, mirando en direcciones opuestas y en idéntica actitud. Llama la atención el cuidado con el que han sido representadas, lo que permite la identificación concreta de su especie y, a la vez, otorga una gran belleza plástica. Especialmente remarcable es el plumaje, que ha sido tratado con todo lujo de detalles. La forma y texturas de las plumas, más o menos alargadas, algo más irregulares en algunos puntos o bien plasmadas casi a modo de escamas, se realizaron fundamentalmente utilizado pincelas formando tramas, que permiten contrastar distintos tonos de un mismo color o gama.
La figura de las aves se alterna con la presencia de diversas plantitas, de formas distintas, realizadas con pinceladas libres (de gran similitud con los trazos que dieron fama a los artistas del Impresionismo, aunque sorprendan sus 4600 años de antigüedad). Algunas de estas pequeñas matas se muestran delicadamente floridas, efecto subrayado con la técnica de aplicar un delicado punteado rojizo. Hay que tener en cuenta la disposición no completamente simétrica de las plantas y que la primera que aparece a la derecha, en una colocación incoherente en relación con la disposición de las ocas, debe su posición al hecho de formar parte de una imagen situada más a la derecha, en la se representó la iconografía de una red para atrapar aves. De los personajes que tiran de la cuerda de la red y de los situados en el registro que quedaba por debajo, quedan leves indicios en el fragmentos pictórico que integra a las Ocas de Meidum, siendo visible en el límite superior diversos fragmentos de representaciones de unos pies (por encima de la línea oscura del registro), y en la parte de baja del fragmento puede observarse la imagen parcial al menos de una mano (por debajo de la línea de registro).
Las Ocas de Meidum se situaron encima de un registro que alude a la abundancia alimenticia y agrícola; y, a la vez, las ocas delimitan una escena en la que se plasma la captura de aves. Dicha captura, conseguida mediante una red de aspecto hexagonal, es una temática que se repite en otros fragmentos conocidos de la mastaba de Nefermaat , por lo que quizá pudo estar relacionada con alguna predilección personal de los propietarios de la mastaba. En cualquier caso, la caza (y también la pesca), están muy presentes en la imaginería egipcia de todos los tiempos, posiblemente por sus ricas implicaciones metafóricas.
La pintura de las Ocas de Meidum parecen captar un momento de tranquilidad campestre vivido por unas aves bien alimentadas y con el buche lleno, antes de ser capturadas por la red. Se las muestra despreocupadas y ajenas a lo que se les avecina, sin ni tan siquiera aletear. Lejos de ser seres mostrados como el salvaje caos, o como una bandada ruidosa, o como un desordenado grupo de animales espantados; a las ocas se las representa sosegadas, casi en formación y como con cierta parsimonia (como efectivamente se mueven a menudo estas aves cuando caminan por el suelo). No se trata de aves que vuelen o reaccionen a la amenaza de la red, sencillamente están ahí y luego son cazadas. La iconografía, por tanto, parece recrear una situación ideal de caza rápida y fácil.
Las Ocas de Meidum son una de las creaciones artísticas más conocidas entre las múltiples obras conservadas en el Museo Egipcio de El Cairo. Más allá de su integración en un contexto temático más amplio, lo cierto es que esta imagen constituye una de las más elevadas y sofisticadas creaciones pictóricas realizadas por los artistas del antiguo Egipto. Las sutilezas en su composición, la calidad de sus detalles, el equilibrio de su policromía y la verosimilitud, son aspectos que las transforman en algo que no tendrá parangón en la pintura que conocemos del Imperio Antiguo y que parece poner las bases de lo vendrá después. Aunque se trata de una obra generada en el remoto marco cronológico de principios de la Dinastía IV, los recursos utilizados en las Ocas de Meidum no nos hablan sin embargo de tanteo o de experimentación, sino que parece tratarse de una creación precisa y madura, perfectamente formulada y genialmente elaborada.



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