domingo, 17 de octubre de 2010

Cámara de las ofrendas de la tumba de Nefertari, Valle de las Reinas, Tebas, (1265 a C.)

Es bien sabido que los faraones egipcios solían tener varias esposas y Ramsés II no fue una excepción a la regla. Sin embargo, la relación tan especial que el rey mantuvo con Nefertari, explica que en su tumba figuren algunas de las expresiones arriba transcritas, normalmente reservadas a la persona del propio faraón. Por si no fuese suficiente, el pequeño speos de Abu Simbel confirma esa predilección de Ramsés por la más amada de sus esposas.
Por otra parte, esa situación privilegiada de Nefertari explica también que su hipogeo fuese el de mayor tamaño de los localizados en el Valle de las Reinas: más de 27 metros de longitud total, con una sala del sarcófago de más de 80 metros cuadrados (que figura en el plano como "sala de los pilares"), a una altura nueve metros inferior que la de la puerta del entrada. Además la tumba se revistió con un completo repertorio de pinturas, para colmo de fortuna en un excelente estado de conservación. Lástima que el equipo italiano que localizó el hipogeo a comienzos del siglo pasado lo hallase prácticamente saqueado por completo, de forma que sólo podemos imaginar las colosales riquezas que debió alojar.
El techo de la tumba, como suele ocurrir en otras muchas, nos muestra una representación del firmamento, cuajado de estrellas. Por su parte, las paredes se reservan para la decoración figurada, que se encuentra basada en diversos capítulos del Libro de los Muertos, con las distintas escenas acompañadas de los correspondientes textos. De este modo, podemos ver a la reina practicando algunas actividades cotidianas y cómo pasa luego, vestida con túnica blanca, al mundo de los dioses: Osiris y Anubis son los encargados de recibirla. Más adelante otras diosas, Isis entre ellas, se ocupan de la reina quien, tras realizar el viaje prescriptivo en la barca que recorre el mundo subterráneo, acaba presentándose ante los grandes dioses Ra, Amón y (de nuevo) Osiris, que la acogen definitivamente.
Quien quiera que fuera el pintor que decoró estas estancias funerarias puso en ello un empeño especial. Se ocupó de aplicar colores cálidos y de resaltar la belleza de la difunta, cuyos rasgos parecen presentarnos todavía a una mujer llena de vida. Además, el relleno de estuco de las paredes permitió crear verdaderos bajorrelieves sobre los que trabajó el artista. Probablemente se tratase de un solo pintor, tal es la unidad de estilo que nos presenta todo el conjunto.

En la última sala, un texto cierra el ciclo: "Nefertari Mery-en- Mut, justificada ante el Gran Dios, señor de Occidente". La reina se disponía a instalarse en la vida eterna. El faraón se había encargado de ello.

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